Del Arco considera que las ventajas de la IA han quedado diluidas por el uso de obras protegidas por derechos de autor para su entrenamiento, sin autorización ni retribución. Sin embargo, mantiene una visión optimista sobre el futuro de las relaciones entre escritores y editores, que cree que seguirán vinculadas al proceso creativo de los libros y del resto de publicaciones escritas. A continuación, reproducimos la entrevista que nos ha respondido por escrita la editora:
Parece existir un amplio consenso en que el impacto de la IA en la industria editorial está siendo, y previsiblemente seguirá siendo, profundo. En este escenario los editores nos movemos entre la expectativa y la incertidumbre, el entusiasmo y la cautela. A la fascinación de que estos modelos facilitaran algunas tareas y fueran útiles herramientas de apoyo para, por ejemplo, la corrección de textos, la clasificación temática o la optimización de flujos de trabajo rápidamente se unieron las preocupaciones.
Sus bondades han quedado, a mi entender, matizadas por una distorsión inicial que afecta a la línea de flotación de la industria editorial, que implica una perversa alteración de las «reglas de juego», y que recae sobre toda la cadena de agentes del sector del libro: el uso de contenidos como artículos de revistas y monografías protegidas por derechos de autor para entrenar modelos de inteligencia artificial sin autorización ni retribución a los titulares. La recopilación de contenidos editoriales y su utilización en el entrenamiento de sistemas de IA es también una forma de desvirtuar la autoría, de nutrirse de obras de autores sin atribuir al resultado generado titularidad alguna.
Sí, también hay ya casos de colaboraciones entre editoriales (en su mayoría académicas) y empresas tecnológicas. A grandes rasgos consisten en la concesión de licencias (generalmente no exclusivas) sobre sus contenidos editoriales a desarrolladores de modelos de IA. Más que un cambio en el sector creo que esto es un modelo muy distinto al de publicar libros y que tiene, claro, otras dinámicas contractuales y otras formas de articular las cesiones de derechos.
El respeto y el reconocimiento de la propiedad intelectual lejos de ser una barrera a la innovación es la base para mejorar la productividad y la innovación tecnológica. Esto pasa por el desafío de reducir la brecha de innovación con otras potencias y que Europa cuente con los recursos necesarios para desarrollar tecnología con un ecosistema ético que responda a nuestro modelo social.
Como editora de ciencia considero que la falta de transparencia en el uso de la inteligencia artificial pone en riesgo la integridad de las publicaciones y, en particular, la integridad de las publicaciones académicas. Por eso es necesario que los editores tengamos políticas claras que determinen qué uso de la IA se permite en la elaboración, edición y revisión de originales. También es recomendable que de los usos permitidos determinemos cuáles han de declararse en el envío de propuestas editoriales y cuáles en el propio libro o artículo de revista.
Se dice que las herramientas tecnológicas nos sitúan en un mundo global en constante transformación, de emprendimiento, de formación en liderazgo y de innovación. En este contexto me pregunto: ¿cuánto llevamos los autores y editores innovando, siendo reflejo de la diversidad de enfoques y fomentado el pensamiento crítico?. Es decir, que el contexto tecnológico no matiza un ápice la histórica y actual innovación constante de autores y de editores como lectores de nuestro tiempo a través de la creación y publicación de obras literarias, artísticas y científicas en forma de libros.
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