28/10/2025
El porqué y el cómo de la lectura
Por Lluís Zendrera, director gerente de la Editorial Juventud
Los datos obtenidos en diferentes estudios sobre la lectura nos dibujan a nuestra sociedad como una sociedad lectora y, aún más importante, como una que tiene la voluntad de transmitir, de forma mayoritaria, el valor y el hábito lector: el último estudio de hábitos lectores, llevado a cabo por la Federación de Gremios de Editores de España del 2024, refleja que el 70,3 % de la población lee de forma habitual; cifras que van en aumento año tras año pasando del 63 % en 2012 a las cifras actuales.
Además, el 78 % de los adultos leen a sus hijos menores de 6 años y al 82,5 % de los hijos de entre 6 y 9 años los padres lo hacen de forma periódica. Es decir, aunque corra la voz de que los hábitos lectores de los jóvenes van a la baja — como podemos ver en los datos anteriores no es así e, incluso, superiores a la media del resto de la población —, a pesar de que la voz popular dé erróneamente las culpas a las pantallas de la regresión de los hábitos lectores, lo que es cierto es que se lee, y mucho.
Pero no todo el bosque es orégano y es entonces cuando es bueno ir al análisis de lo que hacen los demás países para tomar ejemplo e inspiración. Y como muestra un botón, que en nuestro caso es Finlandia. Un estudio elaborado a partir de los datos obtenidos en este país nórdico, uno de los que mejor valoración ha obtenido en los últimos informes PISA, nos señala que no existe un solo factor para la consecución de un buen hábito lector general de la población, es decir la costumbre de consumir libros de forma habitual como fórmula de consumo cultural.
Son muchos los factores en los que podemos incidir de forma directa y precisa. Todos estos factores definen una sociedad lectora, una sociedad vinculada y comprometida en la educación de sus futuros ciudadanos como personas críticas y no sometidas. Pero entre todos los factores que inciden sobresale especialmente la familia, una agrupación de personas que se alza como la columna vertebral para la consecución de un hábito lector firme.
Esta afirmación queda sustentada sobre datos corroborados en dos aspectos primordiales: la cantidad de libros que están al alcance del niño — las diferencias en tener o no tener libros en casa puede suponer hasta tres cursos de formación al final de la educación primaria —, y la dinamización lectora consistente en la narración de cuentos en casa entre el adulto mediador y el niño lector — un niño al que le cuentan cuentos de pequeño tiene un 15 % más de posibilidades de alcanzar el nivel superior de estudios que uno al que no, y tendrá más fuerza como más a menudo sea esta práctica —. Además, la influencia de los padres en los hijos tiene un efecto positivo sobre los resultados académicos de los hijos más como modelo, como el rol que ejercen y ejemplo, que por las actividades concretas que realizan. Es por ello por lo que es necesaria la lectura, la lectura compartida y, todavía más, la lectura en casa y en familia.
Una biblioteca personal y al alcance de los niños, el compartir tiempo de lectura, el narrar cuentos a los niños, el cantar canciones de cuna o de saltar a la comba, el debatir y compartir lecturas a la hora de cenar, el ofrecer lecturas de toda la tipología o el acercamiento plácido y libre hacia la lectura son algunas de las estrategias de eficacia demostrada.
La lectura será social o no será, algo que es tendencia últimamente en librerías, bibliotecas públicas, centros educativos, etc. Ejemplo de ello son los numerosos clubes de lectura que existen por toda la geografía del país, auténticos centros revolucionarios donde se debate y se discute, se crea opinión y, en definitiva, uno entra en crisis para construirse de inmediato merced a la colaboración de todos los demás lectores del club, naciendo más rico, más diverso y permeable a las ideas del prójimo. Algo que parece no estar en boga en una sociedad actualmente pendiente en demasía de los parámetros de los algoritmos que contiene cada uno de nuestros teléfonos móviles.
Otro de los pilares lo conforman los centros educativos, instituciones que deben velar por dinamizar lecturas con el fin de que se conviertan en referentes generacionales y culturales del entorno donde trabajan, así como de las nuevas influencias que año tras año lo enriquecen con los recién llegados, sin menospreciar a los llamados clásicos de todos los tiempos, títulos que construyen el fundamento cultural en el que se identifican todos los ciudadanos.
Así mismo la escuela y el instituto deben practicar una formación literaria completa de los alumnos de los centros, ofreciendo las herramientas necesarias para conseguir ser lectores competentes, capaces de leer delante, entre y tras las líneas del texto.
Una formación basada en la diversidad de lecturas — géneros, autores, editoriales, temáticas, etc.—, que se puedan encontrar en una biblioteca escolar y en una biblioteca de aula rica y diversa, dinamizada a partir de estrategias motivadoras en las que la mediación horizontal, es decir el boca oreja, tenga un papel primordial.
También la lectura debe ser motivo de visitas a las bibliotecas públicas donde los cada vez mejor formados profesionales nos aconsejarán buenos libros; de conseguir identificar a nuestro librero de cabecera; de seguir a los autores o de participar en semanas del libro u otros eventos culturales en los que la socialización, el intercambio de opiniones y puntos de vista ayude a la construcción de una sociedad más rica, permisiva y crítica. Con la lectura conseguimos un mundo de colores, alejándonos del blanco y negro imperante en muchos cenáculos. Un mundo en el que la lectura será nuestro salvavidas ante el pensamiento unívoco y primario. ¡A leer, que son dos días!




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