
25/09/2025
La canibalización del mercado editorial en el ámbito digital
Jorge Corrales, director general de CEDRO
Desde sus inicios, y en términos económicos, el modelo de negocio de los servicios digitales —como plataformas, aplicaciones, redes sociales y servicios de mensajería— se ha basado, en gran medida, en la explotación de grandes volúmenes de obras editoriales protegidas por los derechos de autor, en muchas ocasiones sin tener en cuenta a sus autores y editores.
Este modelo de actuar de las tecnológicas ha transformado profundamente el mercado editorial digital, que en los últimos años ha sufrido una especie de «canibalización» por parte de estas multinacionales. El resultado ha sido una drástica reducción del valor asignado a libros, periódicos, revistas y partituras digitales que, en muchos casos, han sido afectados por un coste marginal de reproducción y "distribución" cercano a cero, perjudicando directamente a sus escritores, traductores y editores.
Las plataformas digitales debilitan al sector editorial
Esta situación, como hemos visto, responde a diversas estrategias de negocio impulsadas por las empresas tecnológicas. En ocasiones han utilizado las obras editoriales de forma directa para el desarrollo de su propio negocio, ya sea de forma legal (con acuerdos o licencias) o ilícita (con páginas piratas, etc.). Y en otras ocasiones, de forma indirecta.
En ambos casos, la naturaleza de las obras editoriales se transforma respecto a la tradicional: pasan a convertirse en productos «asimilados», cuyo consumo es no excluyente y no rival. Esto significa que cualquier persona puede acceder a ellos libremente y que la lectura por parte de un usuario no impide que otros hagan lo mismo. Esta nueva realidad debilita la posición de editores y autores en el mercado digital, ya que el canal de acceso al libro o al periódico cambia radicalmente. Como consecuencia, el valor que el consumidor está dispuesto a pagar por estos contenidos disminuye, lo que termina modificando sus decisiones de compra.
Y es que los servicios digitales, que requieren de grandes inversiones, han crecido generando barreras de entrada a la competencia, gracias a su ventaja en datos, usuarios, posicionamiento, etc. Este crecimiento ha estado impulsado por lo que se conoce como «efectos red» (un servicio se vuelve más útil cuantos más usuarios lo utilizan, como ocurre con WhatsApp o Instagram). De esta manera, las grandes multinacionales han podido romper el modelo de funcionamiento de determinados sectores, transformando la manera en la que accedemos a sus productos y servicios. Ahora, con el desarrollo de las aplicaciones de inteligencia artificial generativas (IAG), están en camino de interferir también en las reglas de suministro del mercado para los bienes y servicios públicos (sanidad, educación, etc.).
Consecuencias para autores y editores
Bajo este prisma, y analizando el mercado editorial, se puede comprobar que en los libros de papel existía una vinculación más o menos unívoca entre el ejemplar del libro y el consumidor —lector, estudiante, etc.—. Esta relación tradicional implicaba, por ejemplo, que el lector que adquiría un ejemplar impedía su acceso a otros, aunque no necesariamente la lectura del mismo título, al que podía acceder en una biblioteca, por ejemplo. Una aproximación al funcionamiento del mercado podría ser la siguiente:
Con la aparición de los servicios digitales muchas obras se digitalizaron, en la mayoría de los casos sin que los autores y editores pudieran ejercer su derecho a decidir sobre estos usos, lo que cambió la forma en la que funcionaba el mercado.
A partir de ese momento, las empresas tecnológicas impusieron un sistema, casi siempre por la vía de los hechos, donde la ciudadanía empezó a percibir que podía acceder de forma inmediata y gratuita a todo lo publicado en digital. Esta percepción de disponibilidad absoluta de los contenidos editoriales no respondía a una política pública de la Administraciones de facilitarlos a los ciudadanos, sino a la lógica de las propias plataformas de atraer usuarios y datos para obtener beneficios económicos. Lamentablemente, esta percepción de acceso ilimitado, inmediato y gratuito a libros y prensa ha provocado que la ciudadanía deje de percibirlos como bienes valiosos, y su valor marginal se ha reducido hasta ser cercano a cero.
Esta situación ha imposibilitado, por un lado, el tradicional y necesario encuentro entre el coste marginal de producción de un bien y el valor marginal que el consumidor está dispuesto a pagar por dicho producto (en el caso de productos sustitutivos «en todo o en parte»). Y por otro, la imposibilidad de competir al no poder disponer los editores de las mismas economías de escalas, capacidades de inversión o «efectos red» de las que sí disponen las multinacionales tecnológicas.
En otras palabras, los modelos de negocio que han desarrollado los servicios digitales impiden a los editores vender sus libros, periódicos y revistas de manera competitiva porque no disponen de las mismas capacidades para operar en el mercado digital que las grandes plataformas, cuestión que también ha provocado una fuerte presión para reducir costes en todos los eslabones de la cadena de los contenidos editoriales.
Es curioso que, mientras que los servicios digitales han perjudicado gravemente los mercados «originarios» de los productos de mérito que necesitaban para el desarrollo de su actividad, por ejemplo, el de la prensa, se hayan cuidado mucho, y en algunos casos incluso abusando de una posición de dominio, de optimizar y ampliar constantemente los beneficios en sus mercados. Incluso han desarrollado técnicas de economía conductual (behavioral economics), que podrían distorsionar la competencia mediante manipulaciones cognitivas, aunque ello no haya sido «perseguido»1.
También resulta llamativo cómo, desde el ámbito público, se apoyó el advenimiento de esta tecnología transformativa (internet) desde el inicio, incluso sin la necesaria confirmación académica sobre los efectos o externalidades negativas de estos productos o servicios de demérito que luego han aparecido en áreas como la educación, medio ambiente, salud mental, desinformación y aun sabiendo del régimen fiscal ventajoso del que todavía hoy disponen dichas empresas2, ahondando por ello en la explotación de los fallos del mercado.
Este escenario ha posibilitado que las multinacionales tecnológicas puedan reconfigurar mercados ajenos, como el editorial, sin mostrar mejoras en valores o aspectos éticos, sin aportar complementariedad con los productos editoriales existentes y sin facilitar claras mejoras en el impacto ambiental. Su influencia se ha basado únicamente mediante la formación del consumidor, con narrativa de marca, estandarización, alianzas particulares «concretas» y acciones de lobby 3 , como está ocurriendo actualmente con la IAG.
La irrupción de la inteligencia artificial generativa
Pues bien, esta situación de devaluación marginal en el ámbito digital de valor de libros, periódicos, revistas y partituras para el consumidor se ha visto agravada con la aparición de la IAG (recordemos aquí la Regla de los Tres Pasos del Convenio de Berna). Algunos ejemplos son la multitud de videos y manuales que están disponibles para generar autopublicaciones, las cuales luego son vendidas sin control en internet4.
Una nueva tecnología transformativa, como la IAG, requiere de una infraestructura, una confianza institucional, un nuevo modelo educativo, una compatibilidad cultural y un relato narrativo para su desarrollo, cuestión que también depende en parte del propio sector editorial, puesto que sus publicaciones son la materia prima con la que se entrenan estos sistemas informáticos.
En la era de la inteligencia artificial es imprescindible que el Parlamento Europeo dé un paso al frente, con el fin de hacer sostenible y plural el mercado editorial en el que se respeten los derechos de los autores y editores.
Qué debería hacer Europa
La Comisión ya ha definido su posición con el Reglamento de Inteligencia Artificial y el posterior Código de Conducta. Sin embargo, su falta de concreción para establecer un sistema de protección eficiente para los derechos de autor y dejar a la voluntariedad de las plataformas el respeto a estos derechos, hace pensar que esta nueva regulación de la Comisión podría seguir el mismo rumbo que la regulación del «puerto seguro» a principios de los años 2000 (Decisión 2000/520/CE de 26 de julio de 2000). Esta última fue posteriormente invalidada por el TJUE por no ofrecer garantías suficientes en materia de privacidad (otro derecho fundamental recogido como la propiedad intelectual en la Carta de Derechos de la UE).
En este contexto, son necesarias políticas predistributivas —no meramente redistributas— para equilibrar la situación y lograr mayor equidad en el mercado digital de los contenidos editoriales. Es hora de abandonar el inconsistente relato de la supuesta lucha entre regulación e innovación, ya que ha quedado demostrado que los factores que frenan el desarrollo de las iniciativas tecnológicas europeas han sido la fragmentación del mercado de la UE —tanto en capacidad de consumo como en capacidad de inversión— y las limitaciones para atraer talento.
Propuestas para un mercado justo
Por tanto, se debe apostar por políticas predistributivas que busquen evitar que se produzcan desigualdades desde su origen, en lugar de esperar a corregirlas una vez que se han producido. Estas directrices deben consolidar los marcos internacional existentes, como la carta de Derechos Fundamentales de la UE y el Convenio de Berna, y no contribuir a que desdibujen nuestro esquema social y cultural, garantes de una sociedad democrática. Por ello, necesitamos avanzar en:
- Reconocer el derecho de los creadores a decidir libremente sobre su obra como forma para reintroducir la exclusividad parcial necesaria para la sostenibilidad del sector.
- Avanzar en la determinación de criterios de remuneración adecuados y transparentes, así como asegurar esa misma transparencia en el funcionamiento del mercado de derechos.
- Potenciar a las entidades de gestión como las nuevas cooperativas digitales.
- Educar al consumidor en el consumo consciente, enseñando a valorar el trabajo creativo y el pago por este valor.
- Exigir el diseño de modelos tecnológicos guiados por principios éticos.
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2 G. Fernández, J. (2025). Google crece un 13% en ingresos en España y declara 78,4 millones de beneficio. Expansión. https://www.expansion.com/economia-digital/2025/08/08/6895db50468aebcf6d8b4587.html
3 The Capitol Forum. (2025). Dozens of Federal Judges Attended Antitrust Seminars Hosted by Big Tech-Funded Group, Records Show. https://thecapitolforum.com/dozens-of-federal-judges-attended-antitrust-seminars-hosted-by-big-tech-funded-group/
4 Savage, M. (2025). AI summaries cause ‘devastating’ drop in audiences, online news media told. The Guardian. https://www.theguardian.com/technology/2025/jul/24/ai-summaries-causing-devastating-drop-in-online-news-audiences-study-finds
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