15/02/2022
Audiolibro: ¿La nueva forma de “leer”?
Por María Malmierca,
abogada en Malmierca Abogados.
La industria editorial ha sabido aprovechar la oportunidad y, a día de hoy, es habitual encontrar en los contratos de edición la autorización del autor al editor para publicar la obra tanto en formato en papel y digital -ebook- como en audiolibro. Tal autorización deviene imprescindible para el editor que únicamente podrá explotar la obra en las modalidades expresamente previstas en el contrato y en las condiciones convenidas con el autor.
¿Qué es un audiolibro?
Un audiolibro es la grabación de la lectura del libro y para obtenerla es preciso contar con un estudio de sonido y un lector de la obra1, un intérprete. El lector2, entendiendo por tal a la persona que lee la obra, forma parte del colectivo de titulares de derechos de propiedad intelectual, y a él corresponderá en exclusiva autorizar tanto la reproducción de la grabación como la distribución y puesta a disposición del público de la misma, del audiolibro.
De tal forma, sin ser el audiolibro una obra derivada3, pues la obra original no se transforma en modo alguno, al contrario, el lector procurará ser fiel al texto de la misma, en la explotación del audiolibro concurrirán los derechos del autor de la obra literaria con los derechos del lector o lectores, en su caso, que intervengan en la narración. Por ello, será imprescindible recabar la cesión de los derechos de propiedad intelectual del lector para que la explotación del audiolibro sea lícita. No ocurrirá lo mismo en caso de que la lectura sea mecanizada ya que el resultado, generado por medio de un software, carece de originalidad que le haga merecedor de protección.
Nuevos modelos de negocio
Alrededor de este formato de explotación de la obra literaria ha nacido un nuevo negocio: empresas dedicadas a la localización de las voces adecuadas para la narración de cada obra dependiendo de su contenido, a la producción de la grabación e incluso a la posterior comercialización a través de plataformas de distribución de contenidos digitales, que permiten a los usuarios escuchar los audiolibros en cualquier momento y en cualquier lugar a través de sus dispositivos móviles.
Esta es una de las principales diferencias que apreciamos frente a la clásica radionovela que necesariamente había que escuchar el día y hora que había sido programada la emisión, manteniendo en vilo durante horas y quizá días al radioyente. Otra gran diferencia es que en el audiolibro hay un único lector que modula su voz para dar vida a los distintos personajes de la novela. El objetivo es que el oyente sienta que está leyendo el libro él mismo mientras lo escucha. Por el contrario, en la radionovela intervenían tantos actores como personajes, además del narrador. Dramatizaban el texto y, además, se escuchaba sonido ambiente y música que ayudaban a contextualizar la acción.
Los editores, en ocasiones, recurren a empresas especializadas en audiolibros y sublicencian esta forma de explotación de la obra literaria, desvinculándose totalmente del proceso de producción del audiolibro, limitándose a percibir la remuneración pactada que repartirán con el autor en la cuantía y momento convenido. Otras veces, por el contrario, autor y editor participan en la búsqueda de la persona que leerá la obra entre actores conocidos y actores de doblaje cuyas voces nos resultan familiares o locutores profesionales de audiolibros que serán los encargados de leer la misma.
En gran medida, el éxito del audiolibro dependerá del narrador, de su capacidad para atraer y mantener la atención del oyente. Para ello hace falta técnica y habilidades de lectura. Hoy en día la profesión de locutor de audiolibros está en auge. No hay más que comprobar la oferta de cursos de especialización en esta área. Y, por supuesto, no faltan las ocasiones en las que el propio autor de la obra literaria es la voz en el audiolibro. Esta opción está siendo valorada de forma muy positiva por los consumidores de este formato.
El auge del audiolibro en los últimos años se debe principalmente al trepidante ritmo de vida que la sociedad impone. La falta de tiempo para leer es, según el informe sobre Hábitos de lectura y compra de libros 2020, la principal causa de que gran parte de la población no lea. La posibilidad que ofrece el audiolibro de disfrutar de una historia mientras el oyente desarrolla otra tarea (multitasking) o, sencillamente, da un paseo o se ejercita en el gimnasio (lugar donde no tiene cabida un libro) representa una gran ventaja que muchos saben aprovechar.
¿Será el fin de la lectura convencional?
Responder a esta cuestión requiere preguntarse previamente si escuchar un libro equivale a leerlo. A nadie se nos escapa que los audiolibros se escuchan, no se leen, y aunque a través de ellos se accede al mismo contenido que mediante la lectura, las diferencias son evidentes. El audiolibro no es ni mejor ni peor que el libro, simplemente es un medio distinto para acceder al texto, una forma diferente de consumo de literatura y, por ello, precisamente, compatible con el formato en papel y con el digital.
La lectura normalmente requiere de unas habilidades y concentración diferentes de la escucha, por eso, una persona que puede leer el libro en determinados momentos, en otros puede continuar escuchándolo. Además, para las personas que no han desarrollado aquellas habilidades y carecen de hábito lector, el audiolibro se presenta como una excelente forma de adentrarse en el mundo de la literatura. En España, según el Barómetro de Hábitos de Lectura y compra de libros 2020, un 36 % de la población no lee nunca o casi nunca en su tiempo libre4.
Hace años nos preguntábamos si el libro digital superaría al libro en papel y había quien apostaba por ello. A día de hoy, pese a las múltiples ventajas del formato electrónico (no ocupa espacio, es una excelente alternativa para los viajes, permite adecuar el tamaño de la letra, etc.), según datos de Statista5, en todos los países se venden más libros en papel que digitales. Solamente en China se acercan las ventas en uno y otro formato.
El audiolibro, de momento, está muy lejos aún de convertirse en una forma habitual de acceso a la literatura. Frente al aumento de la lectura en soporte digital, que ya se sitúa en un 29,1 %, tan solo el 3 % de la población escucha audiolibros.
Quizá, con el tiempo, su consumo llegue a generalizarse. Por ahora, lo único que podemos confirmar es que la evolución de las tecnologías y las formas de consumo de contenidos por los usuarios ofrecen al sector editorial, no solo nuevas oportunidades de negocio, sino nuevas formas de difundir la obra escrita.
1 La ley de propiedad intelectual incluye en el colectivo de artistas intérpretes a la persona que lee una obra (artículo 105 TRLPI). En tal condición le corresponde el derecho exclusivo de autorizar la fijación de su actuación (artículo 106 TRLPI), la reproducción de la fijación (artículo 107 TRLPI), la comunicación pública (artículo 108 TRLPI) y su distribución (artículo 109 TRLPI).
2 Tradicionalmente se ha considerado lector al usuario que disfruta de la lectura el libro. Tratándose de un audiolibro, el usuario final pasa a ser el oyente dejando el término lector para el narrador del libro.
3 Una obra derivada es el resultado de la transformación de una obra preexistente. La transformación de una obra comprende su traducción, la adaptación y cualquier otra modificación en su forma de la que derive una obra diferente. La obra derivada está expresamente reconocida como objeto de propiedad intelectual correspondiendo los derechos de propiedad intelectual sobre la misma al autor de la transformación.
4 https://www.federacioneditores.org/img/documentos/260221-notasprensa.pdf (último acceso el 15/02/2022).
5 https://www.statista.com/chart/24709/e-book-and-printed-book-penetration/ (último acceso el 15/02/2022).
© de la imagen: María Malmierca.
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