El editor, ¿un animal en extinción? ¿Cuál es nuestro trabajo en el siglo XXI?

14/04/2015

El editor, ¿un animal en extinción? ¿Cuál es nuestro trabajo en el siglo XXI?


Por  Rocío de Isasa, editora de Maeva


Es cierto que hay que mantener el optimismo, pero en muchos momentos me inunda la sensación de que no son buenos tiempos para la lírica (ni para la prosa). Lo que me conduce a veces a verme, a pesar de que acabo de cumplir los cuarenta años, como una reliquia del pasado. ¿Qué te dedicas a qué? ¿A editar libros?  En estos tiempos tan digitales, quizá no sea una de las profesiones más de moda (ni tampoco, eso seguro, la más próspera).

Pero si reflexiono en profundidad, no es cierto, no somos una especie en extinción, y mientras la gente siga leyendo, seguiremos siendo vitales (perdón, si suena prepotente) en el proceso de publicar un libro. Así que agradezco a CEDRO la oportunidad de reflexionar sobre mi trabajo, que es algo que habitualmente no hago.


Para ilustrar nuestro trabajo, les pediré que me sigan brevemente en un cálculo matemático. La producción mundial de libros del año 2013 puede estar en torno a 2.200.000 (obtener cifras de algunos países es complicado). Si delimitamos la producción a Estados Unidos y Reino Unidos, tenemos casi medio millón de libros nuevos al año.


Por otro lado, existen 2.700 agentes editoriales en España. Imaginemos que cada uno de ellos recibe solo 100 propuestas inéditas al año (en Maeva recibimos el año pasado 1.500 manuscritos). Esto nos da 275.000 manuscritos. Sigamos imaginando que solo la mitad de ellos se autopublican.


La última suma: de la producción de lengua inglesa y los originales autopublicados. El resultado es de 630.000 referencias. Si en el último estudio de «Hábitos de lectura y compra de libros en España» veíamos que de media en España se leen 12 libros al año, ¿cómo es posible elegir esos 12 libros entre la selva gigantesca que suponen 630.000 libros? Yo lo veo muy difícil, no hay tiempo ni herramientas fiables.


El editor, que tiene una parte de explorador, se abre paso entre esa selva gracias a las visitas a ferias, a las cribas semanales, a sus ojeadores en el extranjero, a los seguimientos de blogs y revistas especializadas… y reúne las propuestas que considera más interesantes para los lectores de su editorial. Esta es una búsqueda constante, e incluso cuando el editor está de vacaciones estará mirando qué leen sus compañeros de barco o tren, y qué libros ocupan las estanterías de las librerías por las que pase.


Pero no basta con elegir un título, luego hay que editarlo. Esta faceta, más artesanal, consiste en buscar un traductor (no, no vale el Google translator), revisar varias veces el manuscrito, elegir el mejor papel y el diseño de cubierta  y poner en marcha toda una serie de acciones para convencer a los libreros de que tus libros merecen una labor destacada en sus escaparates y mesas de novedades (hacer esto entre las 51.000 novedades que se publicaron en España en el año 2013 es una tarea titánica).


Por tanto, el editor es un explorador y un artesano, pero por encima de todo es un lector. Y trata de transmitir al lector final su pasión por su trabajo y convencerle de que ese libro, que tiene entre manos o que está mirando en internet, merece la pena. Y le hará ahorrarse un tiempo que no tiene para bucear entre tantas novedades disponibles, gracias a internet, a su alcance.


Este es un oficio lleno de pasión, que es la que nos hará adaptarnos a los cambios tecnológicos, culturales y políticos que nos puedan caer encima en el futuro y gritar a los cuatro vientos: «Sí, son buenos tiempos para la lírica (y para la prosa)».

                                                                           

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